lunes, 13 de diciembre de 2010

Geopolítica y orden global

El término calificativo de “geopolítico” dibuja atención a los elementos geográficos de un orden mundial. Esta no es una característica especial o adicional de un orden abstracto. Es algo intrínseco a él. La geopolítica nace cuando el mapa empieza a percibirse como una formalización del espacio para la dominación del mismo pero su nacimiento real se sitúa en el último cuarto del siglo XIX cuando un área específica del conocimiento se transforma en un discurso legitimador de la expansión imperial reflejando una nueva forma de interpretar el espacio global y la política internacional. El interés aumenta súbitamente en la primera mitad del siglo XX a raíz de las Guerras Mundiales pero, sobre todo, al terminar la Guerra Fría y las implicaciones que la misma tuvo con respecto a una nueva configuración planetaria.
El orden se refiere a las reglas rutinarias, instituciones, actividades y estrategias con las cuales la economía política internacional opera en diferentes periodos históricos, los órdenes necesariamente poseen características geográficas y eso incluye el grado relativo de centralidad de la territorialidad del Estado a las actividades sociales y económicas, la naturaleza de la jerarquía, el alcance espacial de las actividades de diversos estados y otros actores, por ejemplo, organizaciones internacionales y de negocios. Desde este punto de vista, el orden no implica un mundo basado en el consenso o la cooperación. El concepto normativo del orden como sinónimo de un mundo ordenado y sin conflicto puede inspirar la crítica de arreglos ya existentes.
En cualquier orden global  es una mezcla de cohesión y de conflicto entre los actores. Lo que siempre es requerido para su existencia es un sistema organizado de gobernabilidad que, a su vez, implica definir a los actores, reglas de operación, principios de interacción y asunciones extensamente compartidas sobre el comercio,  la fuerza y la diplomacia. Éstos incluyen a las organizaciones internacionales formales y regímenes, cubriendo el comportamiento del gobierno en áreas especificas de acción tales como el comercio, el dinero o la seguridad, pero un orden mundial también requiere de un sistema de asunciones ínter subjetivas  y de orientaciones del comportamiento compartidas.
John Agnew y Stuart Corbridge diseñaron un marco referencial para analizar un orden geopolítico tomando en cuenta los criterios cuya naturaleza tiene muchas causas, estos criterios son la estructura económica mundial, la regulación político-económica, las formas político-institucionales, los mecanismos que ayudan a establecer y mantener el orden, la escala geográfica de la acumulación económica y, finalmente, el especio de la regulación política. Todos ellos se mueven entre un nivel global y otro estatal conformando así un espacio definido básicamente por dos dimensiones geográficas: la primera es la escala dominante de la acumulación económica y la segunda es el espacio dominante de la regulación política.
Ahora en el orden global y la política internacional actual aparece el nuevo meridionalismo, cuya existencia rompe con todos los esquemas de los órdenes geopolíticos que han existido hasta hora. El nuevo meridionalismo no es un concepto estrictamente geográfico, dado que la distribución geográfica de sus integrantes no se asume como un espacio homogéneo sino un fenómeno reciente que posee elementos ideológicos, culturales y civilizatorios diferenciados. Se trata de una alianza heterogénea compuesta por varios países que tienen un propósito común, esto es, buscar un equilibrio en la estructura actual del poder global limitando los poderes tradicionales de los bloques regionales hegemónicos. La primera concretización del nuevo meridionalismo obtuvo su verificación empírica mediante la creación del grupo conocido como G-20  y sus iniciativas y acciones dentro de las actividades de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Este grupo fue creado por la iniciativa de Brasil, poco antes de la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio en Cancún, en septiembre del 2003. Todos los miembros de este grupo aparecen en el espacio de la economía política internacional como países en vías de desarrollo, todos rechazan las jerarquías existentes dentro del comercio mundial y mantienen una línea en las negociaciones con respecto a lo que consideran  como puntos vitales para alcanzar sus metas de desarrollo (subsidios agrícolas, propiedad intelectual, patentes y temas abiertos de la industria farmacéutica, por ejemplo). En esta perspectiva la característica dominante del nuevo meridionalismo es que se trata de un modelo que va más allá de toda regionalización y globalización.
Su estructura es prácticamente ilimitada. Es posible que sean precisamente Brasil, China e India los poderes dominantes, pero suficientemente flexibles para no desarrollar hábitos imperiales con respecto al resto del grupo y aceptar la paulatina ampliación de los nuevos estados cada vez más fuertes. No sorprendería que, en un futuro no tan lejano, sean México y Rusia dos potencias nuevas dentro del nuevo meridionalismo, debido a su particular posición geopolítica.
Rusia por su relación con la Unión Europea que la acerca a través de China e India al resto del continente asiático.  México por su relación con Estados Unidos que le ha conseguido un papel privilegiado de puente integrador de la “gran familia de los pueblos latinoamericanos”.
De esta manera, México, Brasil, Argentina, Sudáfrica, India, China y Rusia formarían el “núcleo duro” del nuevo meridionalismo. Este nuevo meridionalismo ofrecería diferentes modelos de integración en distintos niveles.
María Soledad Castro Paredes

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